Los hechos y/o personajes de esta obra son ficticios, cualquier similitud con la realidad es pura casualidad.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

JA!

- No es legal lo que hacemos. - Dijo sonriendo y frotándose la sangre por el torso.
- No es bueno lo que hacemos, o sí? - Retrucó el otro, imitándolo.
El tercero de ellos se manchaba con sangre caliente su torso en silencio. La noche era oscura, eterna, justiciera.
-Es justo lo que hacemos.


1
(RAID: 112.000)

Un femicidio más, otro más en esta ubanizada y salvaje ciudad, ¿Cuántos van? ¿Cuántos maridos asesinan a sus esposas?
-Viste lo del hijo de mil puta ese que encima de jó a la hija junto al cadáver por 80 horas? hay que estar enfermito...
- Sí, enfermito... - río.
- Ya tengo la dirección - Dijo el que tenía contactos dentro de la policía. - Ésta noche pueden?
-Tengo torneo de fútbol, pero mañana a la mañana está disponible?
-Sí, vos podés? - Le preguntó al tercero.
- Sí.

- Mañana a la mañana se hace. - Concluyó.

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Son las seis de la mañana, la gente amanece, pero tres sombras no se van aunque el sol ilumine la ciudad.
Tienen máscaras que mutan permanentemente.Y visten de sombras, en sus manos armas blancas esperan su turno de entrar en acción.
- Es acá. - Dice.
El más grandote le da una patada certera a la puerta, es un golpe seco.
La puerta se abre de par en par y entran corriendo, no dan tiempo a nada, el tipo de adentro intenta alcanzar una mesa de luz donde tiene su pistola cuando un machetazo le paraliza el brazo, a lo quel e seguirá otro, y otro, y luego un batazo con púas y luego un espadazo, sendas puñaladas, la sangre caliente salpica, la respiración se acelera, se manchan las máscaras, las sombras, la casa.
No alcanza a gritar porque ya tiene la carótida incrustada en la tráquea, una fuente de rojas aguas, un festín para los justicieros hechos de sombra, que ahora se arrodillan ante el cuerpo y recitan:
- Cuando justicia no hubiere, mi arma empuñaré y en su nombre marcharé, porque cuando la justicia ha muerto, sólo la mano propia puede hacerla renacer, y no es sólo mi opción, sino también mi deber.
Acto seguido se untan la sangre del injusto en el pecho y escogen un diente cada uno, que deberán llevar a sus casas y almacenar junto con la colección, y anotar en él las iniciales, y la fecha, para no olvidarlas nunca más.
Luego es cuestión de llegar a casa, quitarse los guantes, las botas, el traje, limpiarse la sangre pecadora, y , una vez purificado de nuevo, salir a la calle a seguir haciendo el bien.

O buscar otra noticia más.

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